Amor, llevabas en el mundo
siete mil setecientos sesenta y cinco
días, al cerrarse la noche
en que me llamaste desde tu rincón,
voz que se había compadecido
y me recibías, cuerpo bondadoso.
Qué juego perdido, qué rodar
hasta romper un oscuro ramaje,
siete mil setecientos sesenta y cinco
días, antes de que encontrara
dónde te me habías acurrucado,
amor, para crecer lejos de mí.
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Gabriel Ferrater (Reus-Catalunya, 1922 - 1972)
Perteneciente al
grupo poético de la generación del 50, me impresionó su decisión de suicidarse
al llegar a los 50 años.
‘Me mataré antes
de cumplir los 50’, anunciaba con pasmosa serenidad a sus amigos.
El poeta de Reus
justificaba tamaña decisión con un singular argumento: a esa edad habría hecho
ya todo lo que se tiene que hacer y, además, odiaba ’oler a viejo’.
Estas premisas
determinan que el veintisiete de abril de 1972, pocos días antes de
celebrar su 50 cumpleaños, acometa su determinación última.
Ese día Gabriel
está solo en su austero apartamento de Sant Cugat. Decidido, toma un puñado de
pastillas que ingiere con una generosa dosis de alcohol e introduce su cabeza
en una bolsa. Poco después muere asfixiado.
Catorce años
antes su padre, consejero del consulado en Burdeos, había hecho lo mismo.
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